Blogia
EL ABISMO

"Sólo la puerta" por Pelotazoman

"Sólo la puerta" por Pelotazoman SÓLO LA PUERTA

Sólo la puerta. La puerta, nada más.
No sé el tiempo que llevo aquí. Todos mis recuerdos anteriores se han esfumado. Lo único que parece comprender mi desquiciada mente es que Ella está siempre ahí, inmóvil. Y siempre observándome. Siempre vigilando mis pensamientos. Siempre pendiente.
He llegado a conocer muy bien a La Anciana, que es como yo llamo a la puerta. En todo este tiempo la he bautizado con otros muchos nombres. A veces es La Que Mira o La Guardiana. Cuando mi mente se ve invadida por la locura y siento que el respeto hacia Ella me abandona(no todo, Anciana, todo no), entonces se convierte en El Viejo Trozo de Madera, La Charlatana o La Cotilla. Pero en realidad siempre es La Anciana. Ella ha estado observando esta oscura habitación desde mucho antes de que yo la ocupara, y seguirá haciéndolo cuando llegue mi hora. No soy más que un intruso, lo sé por cómo me mira. Y aun en los momentos en que la oscuridad es casi absoluta, sé que Ella me sigue acechando sin descanso.
A menudo hago especulaciones sobre lo que pudiera haber al otro lado. Quizá grandes riquezas, pienso a veces. Puede que un millar de maravillas agradables a mi aletargada vista. Aunque es posible que tan sólo me aguarde un abismo negro como la Anciana, o cientos de Ancianas más dispuestas a sonreír ante mi horrendo descubrimiento. El miedo a lo que pudiera encontrar siempre me ha disuadido de hacer la comprobación más importante y a la vez más simple de mi vida. Hubiera bastado con un breve empujón para revelar al fin qué esconde con tanto celo La Guardiana.
Pues bien, escribo estas líneas porque hoy me he armado de valor y pienso hacerlo. Voy a traspasar el umbral.
Mientras pensaba sobre esto la sentía en todo momento hurgando en mi mente, tratando de averiguar mis propósitos. Ahora sé que ya los conoce, porque desde que me he decidido a revelarme, siento que su odio y su furia hacia mí han crecido notablemente.
La puerta piensa que yo soy un loco, un desviado. Al principio llegué a pensar que incluso me temía por lo que pudiera hacerla. Pero obviamente eso no es posible. La Anciana se regocija con mi lento sufrir, y disfruta provocándome más angustia aún.
Cuando todo comenzó recuerdo que tan sólo sentía una rotunda sensación de soledad. Y a veces pensaba... recordaba... ¡no me cabe duda de que en aquellos primeros días pensaba en cosas no relacionadas con la puerta!(Qué extraña sensación, ¿es posible que al escribir estas postreras líneas mi memoria haya despertado de su letargo? ¿Quizá sea la posible inminencia de mi muerte la causa de que tan olvidados recuerdos desfilen ante mí?) Sí... en mi vida había algo más... pero una presencia terrible me impedía visualizarlo con claridad(Cotilleando, hurgando, buscando). Entonces alcé la vista por primera vez. Y allí la vi, impasible, imponente. Yo estaba arrodillado ante Ella absolutamente desorientado. La escena debió de recordar a una triste oveja a punto de ser sacrificada. “¡Déjame en paz!”- había gritado yo, desesperado por no poder concentrarme en lo que era mi vida(La Charlatana me intenta impedir que recuerde aquello. Me grita). Aún no sabía que La Anciana era capaz de hablar. Para entonces iba a empezar a sentir un hambre y una sed tan terribles que llegué a pensar que este sitio era el mismo infierno. También me restaba descubrir que la puerta podía pronunciar torturadores monólogos que se alargaban durante lo que a mí me parecían siglos. En muchas ocasiones sus palabras no me dejaban conciliar el sueño. Creo que a veces durante semanas completas. Su temática favorita era una grotesca transformación de mi pasado, un pasado que llegué a creer que jamás existió. Me contaba cosas que mi atormentada mente se negaba a aceptar. No se cansó de recordarme, siempre con su voz chirriante y sepulcral: “Clara te ha olvidado, ni siquiera llegó a quererte alguna vez”(¡Clara!). Un día me propuse dibujar un retrato de aquella chica. Puse todo mi empeño en ello. Comencé dibujando el contorno de su dulce rostro(¡en verdad era dulce!). Después me esforcé por plasmar con la mayor perfección posible sus bellas facciones. Le dediqué a ello casi un día entero. Cuando por fin terminé mi obra la levanté orgulloso y feliz. Entonces comprendí horrorizado que algo no había salido como esperaba. Contemplé la hoja que sujetaba mi mano temblorosa y observé lo que yo mismo había dibujado. El rostro agrietado y desencajado de un cadáver femenino me observaba desde el papel con sus cuencas vacías. Arrugué mi macabro boceto y lo arrojé con desprecio contra la puerta. Tras rebotar contra ella, rodó por el suelo hasta detenerse en un rincón, donde aún sigue, desafiante. Lo que más me molestó a continuación fue el silencio de la puerta. En realidad creo que fue la única vez que deseé que me dijera algo, por terrible que fuera. Cualquier cosa menos tener que soportar su acusador silencio. Su revelador silencio. Me negué a aceptar lo que la puerta intentaba hacerme comprender. “¡No! ¡Me estás mintiendo maldita! ¡No es verdad!”- grité en vano, esperando una respuesta que no llegaba. Llegué a sentir el irrefrenable deseo de romper mi cráneo contra el muro y terminar de una vez con aquella pesadilla. Y así, un día tras otro la puerta me asaltaba con nuevas y aterradoras revelaciones. Y yo lloraba, tanto que mi mente se vio obligada a suprimir el dulce recuerdo de mi pasado para poder escapar de las garras de la más absoluta locura.
Pues bien, como ya dije, ahora estoy preparado para dar el paso. Para enfrentarme al fin con el destino que tanto tiempo he postergado(¡sus chillidos se hacen insoportables!). En cuanto descubra su secreto haré lo posible por desvelarlo en estas anotaciones. Si La Anciana me lo permite.

Dos guardias elegantemente uniformados descendieron las escaleras que conducían a las Mazmorras de los Olvidados. Éstas albergaban a los presos más peligrosos e incluso algunos con serios problemas mentales. Había orden de alimentarlos dos veces cada semana arrojándoles el alimento desde una pequeña trampilla en el techo, y de revisar los calabozos cada dos años para asegurarse de que sus inquilinos seguían con vida. A aquellos pobres indeseables se les concedía algo de papel, una pluma y tinta, aunque era bastante dudoso que alguno de ellos supiera dar uso a aquellos instrumentos.
Al entornar la puerta de la primera de las celdas, encontraron a un hombre cabizbajo andando en círculos a gran velocidad. Gesticulaba con las manos a la vez que murmuraba palabras ininteligibles por la rapidez con la que eran pronunciadas. No reparó en los carceleros.
- Dejemos que siga con su discurso- dijo uno de los guardias mientras cerraba de nuevo la celda.
En la siguiente descubrieron a un hombre tumbado mirando hacia el techo que abría y cerraba los brazos y las piernas, como si nadase o volase. De vez en cuando se llevaba algo a la boca procedente de un pequeño montoncito oscuro que había junto a él, en el suelo. Al masticar aquello, se oía un sonido crujiente que provocó escalofríos a ambos soldados. Tras decidir que sería mejor no investigar la dieta de aquel ser, se encaminaron a la siguiente vitrina de aquel museo de los horrores.
- ¡Pasen y vean!- se dijo uno de los guardias, fastidiado por el asqueroso trabajo que le habían asignado.
El intenso olor de la materia orgánica en descomposición les dio la bienvenida. Allí tendidos vieron los consumidos restos de un hombre de larga barba que sostenía una pluma en la mano. En su rostro se apreciaba un vago gesto de serenidad. Cuando se disponían a sacarlo repararon en unas notas que había escrito aquel paranoico:

La puerta no se abre. Ahora he comprendido que tendré que esperar hasta el momento de mi hora final para averiguar lo que hay al otro lado. Yo espero que me aguarde Clara. La imagino esperándome tras el umbral, con los brazos extendidos hacia mí, y una sonrisa de felicidad en su precioso rostro, mientras pronuncia mi nombre. Sí, eso estaría bien. Clara y yo jóvenes para siempre. Clara y yo juntos y felices durante toda la eternidad...
Ahora siento que la vida se me escapa... ¡Al fin te voy a cruzar Anciana!

Mientras arrastraban el cuerpo fuera de la oscura habitación, uno de los guardias se separó de su compañero. Inclinándose sobre el suelo recogió una bola de papel. A continuación devolvió a aquella hoja su forma original mientras regresaba junto a la puerta. Ambos carceleros observaron con asombro el dibujo que había allí plasmado.
- Vaya, parece que este pobre infeliz sabía dibujar.
- Es guapa, ¿no crees?
- Ciertamente. Pero es tan sólo un dibujo.
En aquel humilde trozo de papel estaba reflejado el rostro de una de las muchachas sin duda más bellas y radiantes que jamás existieron. Y mientras el que lo había encontrado lo guardaba en su bolsillo, el otro cerró con un portazo seco.

0 comentarios